Justo a tiempo. En la puerta del colegio están
los matones del señor Ricardo, así que por el momento dejaremos al niño
Andalucio crecer a la sombra de su progenitor con el visado de su madre.
Salvador Brecht junto con Marco Otelo han llegado
a tiempo antes que sus compañeros secuestraran al niño. Ahora hay cambio de
planes. Como la derecha avanza sin control alguno y los esbirros ya están
dispuestos a llevar a cabo las represalias cambiando las leyes si hace falta, y
si los apuran acabarán con todas las autonomías además de privatizar todo lo
público.
Salvador:
-¡Hola muchachos! Llegamos a tiempo,
ahora tenemos que cambiar de planes. Los perros de don Ricardo, y los de la
policía han hecho ya de las suyas, nos buscan y quieren darnos un escarmiento.
Tenemos que cambiar el objetivo.
Toro Sentado:
-Pero la idea de secuestrar al niño de
don Ricardo era buena, así tendríamos al cabrón ese cogido por los güevos.
Peter Magnus:
-Podemos siempre ir a buscar una pieza
más alta, como diría Yuri Sakastovief, moveremos la pieza en el tablero cuando
hagamos el mayor daño posible, y ese Andalucio no nos iba a servir de nada,
sobre todo sabiendo que su padre no lo aprecia tanto como a sus finanzas.
Avalon Breton:
-¿Y qué pieza es esa?
Peter Magnus:
-La mejor de todas las piezas, se
llama Men, bueno, así es como la llaman los amigos…
Salvador:
-¡Claro! Cómo no lo habríamos pensado
antes. Men la hija de…
Se hace el silencio porque un par de tipos
sospechosos de pertenecer a los hombres de don Ricardo pasan cerca de la mesa a
la que están sentados nuestros hombres.
Peter Magnus:
-Esa misma,
y sabemos qué amor le procesa su padre, y sobre todo su madre que será la clave
para conseguir nuestro propósito.
Avalon Breton:
¿Dónde vamos
a buscar la pieza?
Salvador:
-Iremos a El
lado salvaje, y allí la encontraremos.
Peter Magnus:
-Exactamente,
en Sahara de los Atunes la vi hace un par de días que estuve allí con mi amigo
Rov Dalas.
Los hombres
tomaron sus consumiciones en silencio, pagaron y salieron cada uno por un lado
para no levantar sospechas. Un hombre solo no es motivo de prevención, pero un
grupo sí, sobre todo de la pinta que los de El Club Slovo tienen. Saben que son
vigilados y saben que los han visto en la cafetería juntos por tanto
maquinando, pero demasiados testigos ante los cuales no es conveniente actuar,
eso los saben los hombres de don Ricardo.
Un hombre de pelo negro, fornido y alto, cuyo
cuerpo estaba enfundado en un elegante abrigo azul, y cuyos ojos ocultaba tras
unas brillantes gafas oscuras se sacudía las miserias que la ninfa había
depositado sobre él. << ¡Joder con las Fuentes de Castalia!>> dijo
el atractivo galán que esperaba a un contacto, el que en esos momentos llegaba
siendo testigo del chorro de vómito que sobre su amigo era enviado desde las
alturas. Miró hacia arriba y puedo descubrirla. << Sin duda, es
ella>> dijo el recién llegado. <<¿Es nuestra ninfa?>>
preguntó el hombre de abrigo azul, ahora vomitado. <<Sí, es ella,
vamos>> dijo el de la boina negra y abrigo largo de cuero verdoso.
Eva dormía profundamente soñando con vacas en
un extenso prado cuando abrieron la habitación y entraron aquellos dos hombres.
Men estaba en la terraza recuperándose de su vomitona para lo que había
decidido tomar una cerveza y encender otro cigarro. En el estado de
atontamiento en el que se encontraba no se percató de la presencia de los dos
extraños. <<Es idéntica a la virgen>> dijo el del abrigo azul
exhalando una bocanada de humo, fumaba algo nervioso porque no era hombre
acostumbrado a los allanamientos de moradas. <<Sí, es la auténtica
Isabel, por fin la tenemos>> dijo el de la boina y abrigo de cuero
verdoso.
La chica al descubrir la presencia de aquellos
desconocidos intentó gritar, pero ya era tarde, el más fornido, a pesar de su
nerviosismo y por miedo a ser descubierto, la había apresado entre sus fuertes
brazos y con la mano izquierda le tapaba la boca. La chica como una fiera
intentaba, poniendo todos sus medios, zafarse de aquella garra y como vio que
era imposible llevar a cabo tal hazaña, decidió ser más cooperadora. Y estando
en los brazos de aquel joven tuvo la sensación de estar teniendo un orgasmo. Al
momento todo fue oscuridad. Y en el tránsito de esta a la luz recordó un libro
de relatos que había leído, Tais y la
leyenda del farol nórdico, en el que Tais sufre un intento de
estrangulamiento por parte de su raptor.
Eva seguía sumida en su idílico ensueño en el
que un fauno la penetraba con toda la fuerza de su magnífica virilidad.
Y
en el preciso momento en que la luz de aquel sol matutino deslumbró los ojos de
las dos mujeres que no habían tenido tiempo de colocarse sus gafas de sol,
decimos, que en ese mismo momento un coche se acercó a la acera, sus puertas
traseras fueron abiertas desde dentro donde un tal Toro Sentado las había hecho
abrir para que sus compañeros pudieran empujar a las dos mujeres al interior
del vehículo.
-¡Pero…!-
dijo el conductor llamado Proleto-, ¿no íbamos a secuestrar a una chica?
-Cosas
de las improvisaciones, qué le vamos hacer- dijo el de la boina calada al
estilo del Che.
-¿Y
quién se supone que es la otra mujer?- preguntó el que respondía al nombre de
Toro Sentado.
-No
lo sabemos, ni nos importa, pero ya no podremos dejarla atrás, es un testigo que
no podemos dejar por ahí- respondió el del abrigo de paño azul que seguía
ocultando sus ojos tras aquellos lentes pasados de moda que le conferían un
aire de trasnochado don juan de los setenta.
El
coche se puso en marcha y en el sus ocupantes se perdieron por la avenida de
Andalucía y salieron de este relato por el momento.
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