viernes, 16 de diciembre de 2011

Teatro II




Por Peter Magnus

Escena: puerta de un bar; atardecer. Proleto sale y mira hacia uno y otro lado, luego fija la vista al frente, y allí, en el poste de una farola le llama la atención una hoja de papel pegada en la que parece haber escrito un mensaje. Proleto se acerca y lee:

"A TODOS LOS CIUDADANOS DE FUENGIROLA:

En época de crisis económica vivir es una guerra de trincheras: cada palmo de terreno cuenta.

Nuestra consigna es: "Por el indefenso, con el indefenso y para el indefenso."

Usted no podrá vernos, pero nosotros a usted sí, señor Andalucio.

Sabemos dónde vive y cómo se gana la vida.

Fdo.- CLUB SLOVO."

Proleto mirando a uno y otro lado dice:

-Sé que me vigilan, sé que ellos lo saben todo, que ellos están ahí.

Mete su mano derecha en el bolsillo de la chaqueta y saca un papel y lee:

¡Venga a vernos! Tenemos mucho de qué hablar y mucho por hacer. Necesitamos a hombres como usted. Firma Club Slovo.

Proleto vuelve a poner el papel en el bolsillo, mira de nuevo el papel pegado en la farola y dice en voz baja dirigiéndose al público:

-Ellos dicen ser la única opción posible para acabar con mis penalidades, así que iré a verlos.

Cuando decide seguir su camino al darse vuelta tropieza con un hombre alto, fornido, de pelo corto y negro carbón, los ojos ocultos tras unas lentes oscuras, viste un abrigo largo de paño azul marino, impecable. En su mano derecha como si de un tesoro se tratara porta un maletín, y por el modo de asir el asa del mismo se diría que ahí está todo cuánto es su vida.

Proleto se disculpa:

-Usted perdone señor.

El otro hombre dice:

-¡Proleto, por fin le encuentro!

Proleto con cara de asombro no sabe qué decir y se pregunta haciendo un aparte hacia el público:

-¿Cómo sabe mi nombre, quién es, y qué quiere de mí?

El hombre del maletín al ver la preocupación que invade a Proleto dice:

-Mi nombre es Richard Shootarrow, permítame que le invite a un café. Entremos en este bar.

Proleto sin nada que perder acepta. Entran en el bar. Dentro toman asiento.

-Amigo Proleto, estamos buscando hombres como usted para nuestro proyecto, pero primero vayamos a conocer las razones por las que usted dirigirá nuestra lucha.

Proleto no sabe de qué le habla el señor Richard y le pregunta.

-¿De qué proyecto me habla y qué lucha voy a dirigir yo, un don nadie, desahuciado por el poderoso Jefe, primero, y para rematar la faena desahuciado de mi casa por el poderoso Banco?

-Por eso queremos admitirlo en el Club Slovo.

-¿EL Club qué?

-El Club Slovo.

-No estoy yo para sectas amigo.

-El Club Slovo no es una secta, y si no mire su bolsillo.

Proleto mete la mano en el bolsillo de la chaqueta y saca el papel que ha leído varias veces y dice:

-Usded es el Club Slovo.

-No, amigo, no, yo solo soy uno de sus espías. Pero déjenos escuchar su historia, ya conoce nuestro lema: "Por el indefenso, con el indefenso y para el indefenso." Y ahora alcemos el telón pasa saber por qué usted, Proleto, está en esta situación.


miércoles, 14 de diciembre de 2011

Ascenso y caída de don Andalucio. II


II.


"Las cosas no son lo que parecen y nunca parecen lo que son."

Esta frase enigmática no la escribimos nosotros, sino que la registramos del eminente (por inminente) señor Richard Shootarrow a colación, ya que nuestro señor Andalucio iba a comprobar con todo lujo de detalles hasta qué punto era esta frase citada certera, correcta y empíricamente comprobable. Andalucio había dejado la estación en un estado lamentable y paseaba sumido en sus pensamientos.


Pensaba, con razón, que la vida se había acabado convirtiendo en una sucesión exasperante y cansina de repetitivas experiencias aburridas y anodinas, y que, si era verdad que tenía que hacer algo para salir de la espiral depresiva en la que estaba sumido, lo que fuera que tenía que hacer para escapar de su estado triste y gris no parecía estar a su alcance por el momento. "La vida es así," pensaba, "y no hay nada que podamos hacer para cambiarla."

"¡Qué ciudad más sórdida y sucia!," se quejaba Andalucio mientras caminaba ya por la Avenida Ramón y Cajal cuando, tras sortear una bala perdida en forma de niño con patinete ("Se va a matar," pensó, "aunque así sus sufrimientos terminarán y será para mejor"), su mente se puso en piloto automático de esta forma:

"Tren, trenes, para qué habías ido a la estación... para visitarla... a quién... a ella... y qué pasó... que no tuve valor... y entonces... Club Slovo." Así comenzó su mente aunque a nosotros nos parezca una barbaridad intelectual. Luego añadió: "Slovo. Gente que no tiene más que hacer que inventarse tonterías... sabían que estabas allí. Lo sé, lo sabes y ellos lo saben. Qué ellos. Mejor no saberlo. Ellos, los que se hacen llamar Club Slovo. Ya es demasiado tarde para preguntar, ¿no te parece? No lo es. Mira en el bolsillo de tu pantalón."

Andalucio pidió un café (pues ya estaba sentado en una de sus terrazas preferidas) y se hurgó en el bolsillo de su pantalón. Y ahí estaba, damas y caballeros, el folio en blanco que había estado pegado a la máquina de café de la estación de Los Boliches. Encendió un cigarrillo y leyó el texto íntegro que decía así:

"A TODOS LOS CIUDADANOS DE FUENGIROLA:

En época de crisis económica vivir es una guerra de trincheras: cada palmo de terreno cuenta.

Nuestra consigna es: "Por el indefenso, con el indefenso y para el indefenso."

Usted no podrá vernos, pero nosotros a usted sí, señor Andalucio.

Sabemos dónde vive y cómo se gana la vida.

Fdo.- CLUB SLOVO."

El café estaba frío para cuando Andalucio dejó el folio sobre la mesa. Intentaba recapacitar.

--¿Está todo bien? --preguntó una camarera joven y rubia con una sonrisa amplia y fogosa.

--Todo bien, gracias --respondió nuestro hombre. La Venus de Fuengirola se marchó a atender otra mesa donde había una pareja de ingleses hablando de la Bolsa o la vida. "Saben dónde vives y cómo te ganas la vida," pensó Andalucio entonces con el corazón en la boca. Miró a un lado y a otro, dentro de la cafetería y fuera de la cafetería. En la calle, en los bloques de pisos y sus terrazas, en una de las cuales pudo ver a una señora rolliza colgando una toalla azul. Aquel color le recordó a su infancia.

Cuando comprobó que le temblaban las manos y no podía ejecutar siquiera la simple acción de arrastrar la piedra de su mechero para así conseguir hacer brotar la mágica llama amarillo-violeta, escuchó una voz que parecía venir desde otro mundo lejano y remoto:

--Al fin le encuentro, señor Andalucio --dijo la voz. Llevaba una boina negra, una chaqueta de cuero marrón desgastada y un pelo canoso que mostraba años de preocupaciones y sufrimientos. Un par de gafas casi invisibles a la vista enmarcaban sus ojos verdes--. Permítame presentarme: mi nombre es Avalon Breton, ¿puedo sentarme?

--No --contestó aturdido nuestro hombre--. ¿Quién es usted, de qué me conoce, cómo sabe mi nombre?

--Señor Andalucio... --dijo el señor Breton sentándose. Pareció que iba a explicarle todo el malentendido, pero lo único que el señor Andalucio escuchó del extraño señor de la boina negra y la cara fría y gélida y las gafas invisibles fue su silencio, que aquel aprovechó para acercar su cara a la de su interlocutor y escrutar en las profundidades de aquellos dos ojos tristes y enfermos. Como si se tratase de un doctor espiritual o de un psiquiatra con años de espionaje a sus espaldas, el hombre de la boina negra hizo dos cosas y las hizo rápido: se quitó la boina y se quitó las gafas. Así, digamos, "desnudo," el señor Bretón añadió por fin--: El Club Slovo tiene un gran servicio de espionaje, aunque eso no es lo importante ahora y no debe preocuparle en lo más mínimo. Se trata de usted, no de nosotros. Mi misión no es quién soy yo sino quién es usted. ¿Por dónde quiere que empiece?

--¡Empezar por dónde, por qué, por cuándo! --Andalucio quiso que se lo tragara la tierra. Tenía que ser un sueño, un maldito sueño, una de sus múltiples pesadillas. Pronto, pensó, tendré ganas de ir al baño y sabré que es todo producto de un mal sueño y una opípara y excesiva cena. Ya lo sabías y te lo dijo el médico. Te dijo: "Beba con moderación, ¿me ha entendido? Ya no tiene edad para hacerse el llanero solitario. Salga, conozca gente, disfrute. Haga el amor y no la guerra."

--Será mejor que empecemos por su infancia, ¿no le parece? --dijo el señor Breton levantando la mano y chasqueando los dedos pulgar y corazón. Tras el "crack" que produjo ese chasquido, la escena de la terraza donde estaban desapareció. Lo que apareció ante el señor Andalucio y el señor Breton fue un chalet amplio y soleado en cuyo jardín trasero, sobre un césped brillante y cual cortado a tijera, pudieron ver a un niño jugando con una pelota.

--No me dirá que no estaba usted para comérselo, ¿eh? --dijo el señor Bretón sonriendo veladamente, la esquina derecha de su boca mostrando cuatro premolares blancos y fuertes--. Vayamos por partes. Míreme, míreme, no se ponga nervioso. Eso es. Póngase cómodo, camarada. Es todo por su bien. Bienvenido al teatro de su vida. La función no ha hecho más que empezar.

Subamos el telón...






Teatro I

Por Peter Magnus
Un hombre, acodado en la barra de un bar, sumido en un soliloquio dice:

-El mundo es un Gran Teatro, y no hace falta que yo lo diga, ya lo hicieron otros a lo largo de la historia, pero esto lo sabe todo aquel que medio cabila.

Saca un cartel que dice:

¿No hay nada de bueno ni de malo en ello?

Sigue el soliloquio:

-Yo creo, según mi forma de entender las cosas, que hay algo de perverso en ello, sobre todo en ser actor y participar en esta Gran Farsa.

Aparece un personaje con la cara pintada de blanco y vestido de negro y dice mirando al público:

-Pero si ser actor es algo perverso, creo que todavía es mucho más perverso ser espectador sumiso y silencioso.

En el escenario a la derecha del lugar donde se encuentra nuestro hombre, realizan una danza unos pobres desgraciados vestidos como de domingo, luego se apartan y un trío: soprano, piano y flauta travesera interpretan unas partituras: Aleluya de Haendel.

Nuestro hombre que sigue acodado en la barra mientras los otros actores se han convertido en su público dice:

-La burguesía no quiere competidores.

Los actores que ahora son espectadores a modo de corifeo cantan:

-No, la burguesía no quiere competidores que la priven de sus privilegios, quiere esclavos que los sigan manteniendo, que los sigan manteniendo, que los sigan manteniendo.

El Corifeo de nuevo canta:

-¡Bienvenida Perversión a la Gran Farsa!

Entra Perversión vestida de rojo con la cara pintada de rojo y dice:

La perversión es saberse espectador sumiso de la Gran Tragedia humana en la que Unospocos –muy pocos- oprimen a Unosmuchos – millones- a los que condenan a la miseria para consolidar su Poder.

El Corifeo de nuevo canta:

-¡Proleto estafado y engañado levántate! ¡Todos somos Proleto, todos somos uno!

Proleto se retira de la barra en la que ha permanecido escuchando paciente, se dirige hacia el público y dice:

-Yo soy Proleto y vengo a alzarme contra mi enemigo, no permitiré que jamás me humille, que jamás me avasalle, que jamás me trate como a un ser inferior, pues no lo soy: SOY UN HOMBRE.

El Corifeo de nuevo canta:

¡ÉL Es un hombre, Es un hombre! ¡Es Proleto, Es Proleto, el héroe de este tiempo!

¡Proleto Soy yo, Proleto Eres tú, Proleto Somos Todos, Proletos  del mundo alzaos para acabar con el tirano!

¡Proletos del mundo ha llegado la gran hora!

¡Proletos del mundo la Gran Lucha está por librarse!

Proleto se coloca al frente del corifeo ase una bandera blanca y grita al público:

¡Ha llegado la hora, salgamos todos: tomaremos las calles que nos arrebataron, tomaremos las plazas que nos robaron, tomaremos la tierra que nos quitaron, tomaremos el mundo que nos pertenece y expulsaremos a todos los tiranos!

Proleto se detiene, y como Andalucio, mira a un lado y a otro con temor pero no ve a Nadie, nadie lo mira. No hay Nadie. En el escenario solo Proleto asiendo la bandera se deja caer sobre el suelo deseperanzado. Tras él sobre una pantalla se proyectan imágenes de revoluciones pasadas.

Las imágenes del fondo cesan, se oye un murmullo de lejano de multitudes, los actores llegan portando banderas blancas. Uno de ellos se dirige a Proleto y le dice:

Proleto, no pierdas la Esperanza porque no estás solo, Proleto Somos Todos.
El corifeo canta:
¡ÉL Es un hombre, Es un hombre! ¡Es Proleto, Es Proleto, el héroe de este tiempo!


¡Proleto Soy yo, Proleto Eres tú, Proleto Somos Todos, Proletos del mundo alzaos para acabar con el tirano!


¡Proletos del mundo ha llegado la gran hora!


¡Proletos del mundo la Gran Lucha está por librarse!

martes, 13 de diciembre de 2011

Ascenso y caída de don Andalucio. I

I.




Andalucio estaba en la estación.

Faltaban 10 minutos para que el tren llegara, de modo que decidió fumar y leer un rato. Alguien le interrumpió:

--¿Tiene un cigarrillo? --preguntó un joven alto, delgado y moreno.

--Sí tengo --contestó Andalucio.

Tras unos segundos de espera, el joven añadió:

--¿Me da uno?

--No --contestó Andalucio.

 El joven no tardó en preguntar indignado:

--¿Y por qué no?

Andalucio levantó la vista del libro, miró al joven atentamente, y le dijo:

--Porque fumar es un vicio asqueroso, dañino para la salud y muy caro.

Cuando el tren llegó, el joven se subió a él. Segundos después el tren se marchó y Andalucio se quedó un buen rato sentado, solo. Luego cerró el libro, tiró el cigarrillo y encendió otro. Entonces, sonriendo, supo que los vicios de cada uno se los paga uno.

Andalucio no pensó que esto pudiera ser comparable a los vicios de la crisis financiera actual, de modo que perdió ese tren mental y se dedicó a darle vueltas a la idea de que "la juventud no sabe lo que es trabajar y no comprende lo que es el esfuerzo."

Al detenerse junto a la máquina de café de la estación, Andalucio ojeó estas palabras que alguien había escrito en un folio pegado con cinta adhesiva transparente : "Siempre es más fácil culpar a los débiles por sus debilidades que a los fuertes por su poder, ¿verdad?." Estaba firmado: "CLUB SLOVO."

Andalucio, alterado, miró a un lado y a otro. No vio a nadie y nadie lo miraba.

No había nadie.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Insectos



Había en el ambiente algo de superfluo.

En la gran pantalla de plasma comprada días antes de quedarse en paro--pagada a plazos infinitos--, pudo ver cómo los noticieros repetían hasta la saciedad la palabra "Wikileaks," palabra que a ella le sonaba a chino, o a japonés.

Había tenido la mala suerte de sufrir una invasión de cucarachas, así que, exasperada al ver cómo esos bichos correteaban por todos los rincones de su pequeño apartamento de doce metros cuadrados, albergó la esperanza de que aquella palabra fuera la definición de un gran insecticida, un plaguicida gigante capaz de llevar a la muerte a aquellos condenados bichos que actuaban a sus anchas sin contar con su beneplácito al invadir cualquier territorio en el que encontraban algún recurso energético para poder satisfacer sus ambiciones.

Micro-relato de Salvador Moreno Valencia publicado en el blog:
http://ediciones-irreverentes.blogspot.com/p/relatos-de-oyentes.html