miércoles, 11 de abril de 2012

Teatro XII



Justo a tiempo. En la puerta del colegio están los matones del señor Ricardo, así que por el momento dejaremos al niño Andalucio crecer a la sombra de su progenitor con el visado de su madre.
Salvador Brecht junto con Marco Otelo han llegado a tiempo antes que sus compañeros secuestraran al niño. Ahora hay cambio de planes. Como la derecha avanza sin control alguno y los esbirros ya están dispuestos a llevar a cabo las represalias cambiando las leyes si hace falta, y si los apuran acabarán con todas las autonomías además de privatizar todo lo público.
Salvador:
-¡Hola muchachos! Llegamos a tiempo, ahora tenemos que cambiar de planes. Los perros de don Ricardo, y los de la policía han hecho ya de las suyas, nos buscan y quieren darnos un escarmiento. Tenemos que cambiar el objetivo.
Toro Sentado:
-Pero la idea de secuestrar al niño de don Ricardo era buena, así tendríamos al cabrón ese cogido por los güevos.
Peter Magnus:
-Podemos siempre ir a buscar una pieza más alta, como diría Yuri Sakastovief, moveremos la pieza en el tablero cuando hagamos el mayor daño posible, y ese Andalucio no nos iba a servir de nada, sobre todo sabiendo que su padre no lo aprecia tanto como a sus finanzas.
Avalon Breton:
-¿Y qué pieza es esa?
Peter Magnus:
-La mejor de todas las piezas, se llama Men, bueno, así es como la llaman los amigos…
Salvador:
-¡Claro! Cómo no lo habríamos pensado antes. Men la hija de…
Se hace el silencio porque un par de tipos sospechosos de pertenecer a los hombres de don Ricardo pasan cerca de la mesa a la que están sentados nuestros hombres.
Peter Magnus:
-Esa misma, y sabemos qué amor le procesa su padre, y sobre todo su madre que será la clave para conseguir nuestro propósito.
Avalon Breton:
¿Dónde vamos a buscar la pieza?
Salvador:
-Iremos a El lado salvaje, y allí la encontraremos.
Peter Magnus:
-Exactamente, en Sahara de los Atunes la vi hace un par de días que estuve allí con mi amigo Rov Dalas.
Los hombres tomaron sus consumiciones en silencio, pagaron y salieron cada uno por un lado para no levantar sospechas. Un hombre solo no es motivo de prevención, pero un grupo sí, sobre todo de la pinta que los de El Club Slovo tienen. Saben que son vigilados y saben que los han visto en la cafetería juntos por tanto maquinando, pero demasiados testigos ante los cuales no es conveniente actuar, eso los saben los hombres de don Ricardo.

Un hombre de pelo negro, fornido y alto, cuyo cuerpo estaba enfundado en un elegante abrigo azul, y cuyos ojos ocultaba tras unas brillantes gafas oscuras se sacudía las miserias que la ninfa había depositado sobre él. << ¡Joder con las Fuentes de Castalia!>> dijo el atractivo galán que esperaba a un contacto, el que en esos momentos llegaba siendo testigo del chorro de vómito que sobre su amigo era enviado desde las alturas. Miró hacia arriba y puedo descubrirla. << Sin duda, es ella>> dijo el recién llegado. <<¿Es nuestra ninfa?>> preguntó el hombre de abrigo azul, ahora vomitado. <<Sí, es ella, vamos>> dijo el de la boina negra y abrigo largo de cuero verdoso.
Eva dormía profundamente soñando con vacas en un extenso prado cuando abrieron la habitación y entraron aquellos dos hombres. Men estaba en la terraza recuperándose de su vomitona para lo que había decidido tomar una cerveza y encender otro cigarro. En el estado de atontamiento en el que se encontraba no se percató de la presencia de los dos extraños. <<Es idéntica a la virgen>> dijo el del abrigo azul exhalando una bocanada de humo, fumaba algo nervioso porque no era hombre acostumbrado a los allanamientos de moradas. <<Sí, es la auténtica Isabel, por fin la tenemos>> dijo el de la boina y abrigo de cuero verdoso.
La chica al descubrir la presencia de aquellos desconocidos intentó gritar, pero ya era tarde, el más fornido, a pesar de su nerviosismo y por miedo a ser descubierto, la había apresado entre sus fuertes brazos y con la mano izquierda le tapaba la boca. La chica como una fiera intentaba, poniendo todos sus medios, zafarse de aquella garra y como vio que era imposible llevar a cabo tal hazaña, decidió ser más cooperadora. Y estando en los brazos de aquel joven tuvo la sensación de estar teniendo un orgasmo. Al momento todo fue oscuridad. Y en el tránsito de esta a la luz recordó un libro de relatos que había leído, Tais y la leyenda del farol nórdico, en el que Tais sufre un intento de estrangulamiento por parte de su raptor.
Eva seguía sumida en su idílico ensueño en el que un fauno la penetraba con toda la fuerza de su magnífica virilidad.
Y en el preciso momento en que la luz de aquel sol matutino deslumbró los ojos de las dos mujeres que no habían tenido tiempo de colocarse sus gafas de sol, decimos, que en ese mismo momento un coche se acercó a la acera, sus puertas traseras fueron abiertas desde dentro donde un tal Toro Sentado las había hecho abrir para que sus compañeros pudieran empujar a las dos mujeres al interior del vehículo.
-¡Pero…!- dijo el conductor llamado Proleto-, ¿no íbamos a secuestrar a una chica?

-Cosas de las improvisaciones, qué le vamos hacer- dijo el de la boina calada al estilo del Che.

-¿Y quién se supone que es la otra mujer?- preguntó el que respondía al nombre de Toro Sentado.

-No lo sabemos, ni nos importa, pero ya no podremos dejarla atrás, es un testigo que no podemos dejar por ahí- respondió el del abrigo de paño azul que seguía ocultando sus ojos tras aquellos lentes pasados de moda que le conferían un aire de trasnochado don juan de los setenta.

El coche se puso en marcha y en el sus ocupantes se perdieron por la avenida de Andalucía y salieron de este relato por el momento.


martes, 27 de marzo de 2012

Ascenso y caída de don Andalucio. XII


















XII.


El Club Slovo pisa fuerte.


I.

Mientras Andalucio está en la escuela en Madrid haciéndose un hombretón, en Fuengirola la peña integrante del Club Slovo se parte la cara para sobrevivir. Porque Boni y Martín y el comisario Arturo Robledo están que se salen. Una nueva pista.

--Hay uno que dice que ese Salvador Brecht está relacionado con un taller de teatro en el centro, junto a la plaza de la Constitución.

--¿Un qué coño? --pregunta el comisario Robledo con cara de mala leche.

Boni lo repite mientras Martín eructa como un cerdo. Junto a las palabras de Boni lo que el comisario recibe es un atronador hedor a chorizo picante. Suficiente para que cierre los ojos y contenga la respiración durante unos segundos. "Fuera los dos," dice luego. "¡Traedme su jodida cabeza!"

II.

--¡No, no, no! ¡Así no! Vuelve a leer el texto.

--No entiendo...

--¡Claro que no entiendes! ¡Claro que no lo entiendes! Mira lo que dice el texto. ¡El gesto! ¿Lo ves en el texto? Dice: "Baal se abrocha los cordones poniendo la bota encima de la silla." Tiene que ser ENCIMA de la silla, porque ese es el signo gestual del personaje. Indica su personalidad. Es información esencial sobre él.

--No estoy seguro si lo he...

--¡No, no! No me digas si esto y si aquello. ¡Haz lo que dice el texto! ¿Tan difícil es aprender a interpretar un papel de una obra de teatro épico? Empecemos de nuevo. Desde el comienzo de la escena Tercera en el despacho del abogado. ¡Y recuerda: el pie encima de la silla nada más entrar!

III.

En el despacho del abogado Antonio Jurista reina el silencio.

Ahora suena el teléfono. 

--Dígame.

--Soy Luis --dice el director del periódico asustado.

--Dime.

--Parece que ese tal Brecht quiere hablar contigo.

--Cómo que... A qué te refieres.

Silencio al otro lado de la línea. Al punto y por la puerta aparece un hombre. El abogado Antonio Jurista, sorprendido, acierta a decir entonces:

--Un momento --dice--. ¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí?

El hombre, poniendo el pie encima de una de las sillas frente a la mesa, responde: 

--Soy Salvador Brecht. Espere a que me ate estos cordones y le cuento. Bonito despacho, por cierto. ¿Lo ha decorado usted mismo?

IV.

--Vale. Contento con esta escena. A por la siguiente.

No hay tiempo, porque por la puerta entran Boni y Martín.

--¿Qué es lo que quieren? --pregunta el director incrédulo.

Habla Boni.

--Queremos que nos diga dónde está Brecht.

El director, que está preparando precisamente la obra de teatro Baal de Bertolt Brecht, la flipa.

No equivoca mucho su pregunta cuando les dice:

--¿Son ustedes actores también?





martes, 13 de marzo de 2012

Teatro XI


Casa de Marco. Suena el timbre de la puerta. Tres veces, pausa, dos veces, pausa, una vez, pausa, vuelve a sonar otra vez tres veces. Marco sabe que es la contraseña, es Salvador Brecht que aturdido todavía de los efectos de los tranquilizantes y relajantes que le han puesto en el hospital llega a buscar a los otros compañeros.
-¡Hombre! ¿Qué te ha pasado?
-Nada nuevo Marco, esos polis las gastan putas.
-Ya sé cómo las gastan esos cabrones. Si no me dejan vivir en paz solo porque soy mulato. Y siempre me paran y me piden la documentación, y yo les doy mis papeles, todos en regla, tengo doble nacionalidad y a esos racistas les jode, ¿sabes?
-Marco, ¿han estado aquí los compañeros?

-Sí, hace rato que se fueron. Dijeron que tenían que seguir con el plan aunque tú no hubieras aparecido. Eso es lo que se trató dijo Magnus que parecía algo cabreado con esos políticos y ese empresario, y sobre todo con el comisario y sus esbirros. Les conté lo que habían estado haciendo los muy…

-Sí, yo también sé lo que han estado haciendo. Nos quieren y ahora no oficialmente, y ese es el problema, no podremos acusarlos de nada, han contratado a esos mercenarios de España 5000, ya sabes quiénes te digo, ¿no?
-Sí, lo sé, estuve en Barcelona y me los topé un par de veces, y me dieron de lo lindo, esos dicen que quieren echar de aquí a todos los negros y moros.
-Sí, pero eso es solo la punta del iceberg. El señor Ricardo y sus secuaces lo que quieren es instaurar la dictadura de nuevo, al menos aquí en Font-Girola.
-¡Oye Brecht! Los compañeros se fueron a buscar al niño como habíamos acordado, ¿lo recuerdas?

-Sí, sí, lo recuerdo, pero ahora no creo que sea el momento, están alertas y nos va a coger a todos y con el niño no podremos hacer nada; a su padre, a don Ricardo, no le importa en absoluto ese Andalucio, a él le importan más sus negocios e ir tejiendo su dura red de trapecista para no caer y reventarse contra el suelo el día que caiga, si es que conseguimos hacerlo caer. Tenemos que impedirlo Marco,¡ vamos!, ¡corramos!

Puerta del colegio jesuita San Ignacio de Loyola de Font- Girola. Peter Magnus y tres de sus compañeros sentados a la mesa de la terraza de la cafetería de enfrente. En el colegio acaba de sonar la sirena de salida de los alumnos. En la puerta está Martín, el mayordomo de don Ricardo, el mayordomo y el subalterno para los asuntos sucios. Espera a Andalucio. Los hombres de Brecht también lo esperan. Marco y Salvador salen corriendo hacia el colegio, pero parece que no podrán evitar lo inevitable.

martes, 6 de marzo de 2012

Ascenso y caída de don Andalucio. XI













XI.


Que cuenta cómo Andalucio entró en la escuela y otros pormenores varios.





I.

Su padre le dijo:

Verás —le dijo—, tienes que estudiar para ser un hombre de provecho.

El ruido era ensordecedor y el niño amordazado por los recuerdos no sabía qué decir:

¡Repito: Andalucio Cortado! —la voz llegaba desde tan lejos en aquel salón comedor. Los niños lo estaban mirando como si aquel niño fuera un extraterrestre. De nuevo la voz y el grito—: ¡Andalucio Cortado! ¿Acaso no está aquí?

Director —dijo un niño apuntando a nuestro ensimismado Andalucio—. Está aquí, está aquí, es éste.

El director bajó de su mesa presidencial y se aproximó a la mesa donde estaba nuestro héroe ausente.

II.

Su padre le había dicho:

Verás —le dijo—, tienes que ser fuerte y valiente. Desde ahora tendrás que hacer las cosas por ti mismo. Yo no podré estar contigo. ¿Entiendes lo que te digo?

El salón comedor era una tumba. El director, que estaba justo detrás del niño ausente, le gritó:

¡Quiere usted hacer el favor de levantarse, Cortado!

El niño despertó asustado. Sin saber qué pasaba vio las sonrisas de terror y placer de sus compañeros de mesa. Se dio la vuelta. El director estaba detrás suya con sus cejas partidas por esta primera salida de tono de aquel alumno recién llegado. Preguntó con la mirada qué ocurría. Los niños rompieron a reir a lo largo de todo el salón comedor de la escuela. El director explotó entonces con la ira de un Júpiter castigando a Faetón:

¡Quiere hacer el favor de levantarse y rezar para que podamos comer todos, Cortado!

Sí, claro —respondió nuestro Faetón.

III.

Conforme avanzaba hasta la tarima donde los niños debían rezar para dar gracias a Dios por la comida que iban a recibir de su mano generosa, Andalucio recordó las palabras de su padre: “Desde ahora estarás solo. Nos veremos. Claro que nos veremos. Pero menos. Debes entender que ahora debes comenzar a aprender a vivir tú solo para ser el día de mañana un hombre de provecho.

Cuando los alumnos de la escuela de los Maristas de Madrid dejaron de reír, Andalucio comenzó a leer la oración en acción de gracias a Dios y su hijo Jesucristo y su madre María. Una voz, la del alumno más peligroso del colegio, susurró a un compañero:

A ese le vamos a dar de lo lindo. Un par de hostias y verás cómo nos reímos.

—¿En qué piensas? —le preguntó Ana durante la comida.

Andalucio, que estaba recordando algunas imágenes de su época de estudiante, despertó y dijo:

—Cosas raras —dijo. Y sonriendo, añadió—: ¿Alguna vez te has preguntado por qué ciertas imágenes que estaban escondidas en tu memoria durante años y décadas, regresan a la superficie y piden ser contestadas? 

Ana guardó silencio. No sabía qué decir. Lo pensó bastante antes de decir: "Explícate mejor." Pero no hubo tiempo. Alguien dijo: "Hora de volver al despacho." 

Antes de entrar en las oficinas de abogados, Andalucio se giró y vio a alguien mirándole allí, frente al edificio, al otro lado de la acera. Llevaba una gabardina gris de cuero desgastada, una boina negra y un libro en su mano derecha. Sonrió. Le sonrió. Por alguna extraña razón, Andalucio tuvo un presentimiento atroz. Un coche soltó un bocinazo tremendo. Hubo otro que le respondió. Y luego otro. En cuestión de segundos la Avenida Velázquez de la ciudad de Madrid donde estaba el despacho de abogados en el que Andalucio trabajaba se llenó de ruido. Un atasco. Alguien había bloqueado y atascado la avenida. 

El hombre de la boina se reunió con otro de abrigo azul. Ambos se sentaron, abrieron el libro y bajo un destello de luz (el sol abriéndose paso entre las nubes) desaparecieron de allí. Un perro no tardó en acercarse al banco. Lo olisqueó: el fuerte olor le provocó que retirara su hocico de forma brusca. Intentaba interpretar aquel rastro, aquel signo de poder extraño. Se trataba de un macho del lugar sin duda. Pero no lo reconocía. El caniche blanco de ricitos esponjosos levantó la pata, marcó el territorio y se reunió con su dueño que ya lo estaba llamando. 

—Ricitos —dijo la voz—. Ricitos, ven aquí. Vamos a jugar un rato contigo. Te vamos a enseñar a leer. 


Alguien dijo: "No merece la pena, déjalo, Manuel." Pero Manuel no quería saber nada de eso: "En esta escuela se hace lo que yo digo y punto. Tú, Ricitos. Ven aquí."






miércoles, 29 de febrero de 2012

Teatro X



Recepción de urgencias del hospital.

Acaban de traer a un hombre en una ambulancia escoltado por dos policías.

Recepcionista a uno de los policías:

-¿Qué dice que le ha ocurrido a este hombre?

Policía 1:

-Mire, señorita, el detenido de pronto se desmayó, y no pudimos reanimarle, así que por eso…

Una enfermera que baja de la ambulancia empuja la camilla con el hombre hacia dentro de las dependencias de la sala de urgencias del hospital. Dentro dos doctores se disponen a reanimar al paciente que parece sufrir un estado de shock. Tras aplicarle varias descargas eléctricas el paciente comienza a volver en sí.

Doctor 1:

-Ya lo tenemos, parece que se reanima, este hombre ha sufrido un paro cardíaco.

Doctor 2:

-Mira aquí, Lázaro, parece que le hayan aplicado alguna descarga con algo.

Doctor 1:

-Sí, Magdalena, eso parece que a este hombre le han producido el desfallecimiento, podríamos decir que la parada cardíaca ha sido inducida por alguien.

Magdalena:

-Tendremos que hacerlo constar en el parte médico, es nuestra obligación.

Lázaro:

-Sin duda compañera, pero ya sabes cómo se las gastan esos policías, con suerte estos dos que lo han escoltado hasta aquí nos dejan tranquilos.

Magdalena:

-No importa lo que hagan esos dos, nosotros cumpliremos con nuestras obligaciones como médicos y se acabó.

Lázaro:

-Como siempre, y no son pocos los líos en los que esos matones de Salcedo nos han querido meter, por no citar las presiones y amenazas recibidas que hasta ahora ningún juez se ha dignado a aceptar como parte de nuestra acusación.

Magdalena:

-Parece que este hombre ya está casi recobrado, menos mal que es fuerte, sin duda, parece entrenado en algún deporte.

El hombre recobra todo su juicio y dice:

-Mi nombre es Salvador, Salvador Brecht.

Doctor 1:

-Lo sabemos, pero ahora no se preocupe por ello, descanse, lo necesita.

Salvador Brecht:

-Lo que necesito es salir de aquí sin que ellos- dice señalando a uno de los policías que se ha quedado en la puerta de la habitación vigilante- me vean. Necesito escapar, no soportaré más el trato con el que me agasajan los hombres de Salcedo.

Magdalena:

-No tenga miedo, nosotros le ayudaremos.

Lázaro:

-Aunque esto nos cueste el puesto e incluso la cárcel.

Salvador Brecht:

-No, ustedes solo tienen que salir de aquí, y llevar al policía a la otra sala. Me dicen dónde hay otra salida y ya está.

Doctor 1:

-Pero tendrá que esperar un poco hasta que se reponga del todo.

Salvador Brecht:

-Está bien, pero no más de una hora, mis compañeros están en peligro y debo llegar antes de que encuentren al niño.

Magdalena:

-Vale, por ahora le diremos a la policía que en un par de horas estará usted bien y podrán volver a llevárselo. Los invitaremos a café. Y en media hora usted se pone esta bata y sale por la puerta que hay al final del pasillo a la derecha.

Lázaro:

-¿Lo ha entendido?

Salvador Brecht:

-Sí, no se apuren, les doy las gracias en mi nombre y en nombre de El Club Slovo.

Lázaro:

-¿Ha dicho Slovo?

Salvador Brecht:

-Sí, he dicho El Club Slovo.

Magdalena:

-Bien por ellos, me gustaría formar parte de ese club tan especial.

Lázaro:

-Sí, son verdaderos héroes de este tiempo, y necesitamos de muchos de ellos para ganar la guerra.

Salvador Brecht:

-Bienvenidos son. Si me dan sus números de teléfonos nos pondremos en contacto con ustedes para la próxima reunión. Pero no olviden que esto es totalmente secreto, ellos- dice mirando hacia el gendarme apostado en la puerta- son muy peligrosos y nos siguen los pasos.

Doctor 1:

-Aquí tiene, con éste basta para los dos.

Doctor 2:

-Sí, con ese basta. Ahora ha llegado el momento Salvador.

Lázaro y Magdalena se dirigen al romano que sigue apostado en la puerta. El policía les atiende y convencido por éstos les acompaña, junto a su compañero, a la cafetería donde serán invitados a café por nuestros dos doctores rebeldes.

Salvador Brecht llegada la hora se coloca la bata que le han entregado Lázaro y Magdalena y sale del hospital en busca de sus compañeros con la idea de evitar que encuentren al niño.

jueves, 23 de febrero de 2012

Ascenso y caída de don Andalucio. X



















X.

Que cuenta cómo la dimensión espacio-temporal se cruzó con la de otro universo
y de las repercusiones fatales y fatídicas para esta épica andaluza.



I.

He ahí el hombre.

Cansado, malherido, aún convaleciente, pregunta:

Estoy buscando a un niño.

¿Cómo dice? –le responde a su vez el hombre que estaba en el coche con las luces encendidas.

Como usted estaba haciéndome señales de luces, pensé...

Oiga, ¿está usted drogado? –contestó el conductor molesto. Algo en su mente relacionó las preguntas sin sentido de aquel extraño con las de su ex mujer. Entonces estalló–: Deje de drogarse, ¿quiere? Estoy cansado, me entiende usted, ¡cansado de los drogatas! ¡Si por una vez me dejaran en paz sería el hombre más feliz del mundo!

Entiendo.

No, usted no entiende nada –añadió el conductor dando rienda suelta a todos esos comentarios que no se había atrevido a verter en la mesa pulcra y ordenada de su psiquiatra–: ¡Usted no comprende nada! ¡Nada! ¡Llevo años cansado de estar perdiendo dinero con gurús de la mente humana para que, encima, me vengan otros tarados, más tarados, mucho más tarados que yo a pedir una explicación al misterio de sus jodidas vidas!

II.

¿Es usted?

¿Perdone? –la joven que estaba fumando un cigarrillo acababa de utilizar su mechero durante más de cinco minutos, y habría acabado abandonando su intento de encenderlo si al final la llama, por arte de magia (mea culpa), no hubiera aparecido.

Estaba haciendo señales con la llama y pensé...

¿Qué es lo que quiere? ¿Qué es lo que busca? –Ella estaba más sorprendida que él, que ustedes y que yo mismo (pues los límites del arte, como los designios del Uno, son indescifrables).

Solo quiero saber...

Se ha equivocado de persona –dijo ella cortante–. Las que usted busca están allí, al otro lado de la plaza.

¿Le importaría darme uno? –dijo el hombre desesperado por salir de su pesadilla.

No –contestó la joven mirándole a la cara despectivamente–. Es usted ya mayorcito para pagarse sus propios vicios.

Aquello hizo que todo estallara en pedazos. Abracadabra...

III.

¿Qué piensas hacer con él? –preguntó Bertolt Monreo saliendo de su siesta incómoda.

No pienso hacer nada –contestó “el Jefe” sonriendo socarronamente.

Quiero decir que cuál es el siguiente paso.

El siguiente paso es la lucha. Simple. Mucho. Bastante.

¿No tienes miedo?

Sí, pero no podría vivir de otra forma. Ten –dijo “el Jefe” dándole un papel recién sacado del horno de su impresora que estaba atada a un portátil plateado–. Lee.

¿Quieres que lo lea? –preguntó su pupilo Bertolt Monreo, “el Cosaco.”

Sí. Léelo en alto.

IV.

A TODOS LOS LECTORES DE FUENGIROLA. Saludos:

Hemos comenzado una propaganda en toda regla.

Los panfletos se reparten gratuitamente,
Como todo lo que no tiene precio en esta vida:
como el aire, como el amor verdadero, como los amigos.
Léalos, guárdelos, escóndalos, divulgue su contenido.
En breve saldremos de nuestras cuevas.
Porque aún el señor de las Cuevas no ha dado luz verde.
Señor y creador nuestro: esperamos su señal para 
comenzar la contienda. Estamos preparados, listos y...

V.

Ya, Diario de la Mañana. 23/02/2012 17:38:12 horas.

Por Copito de Nieve.

En el día de hoy, 23 de febrero de 2012, han surgido ciertos panfletos de un tal Club Slovo avisando de que un fenómeno extraño (¿un asteroide, un meteorito, un OVNI?) estaba haciendo su acercamiento a la ciudad de Fuengirola.

Fuentes de la Agencia EFE han informado de que el cielo de Fuengirola se ha iluminado con dos grandes ojos fieros y omnipresentes. No han faltado miembros de ciertas sectas ("El Club de los Divorciados Amantes de Dickens," por ejemplo) que han salido a la calle gritando que "el final está cerca." El hecho de que este año de 2012 tenga correspondencias con el final del ciclo astronómico Maya no deja de ofrecer conexiones para los exégetas.

El Teniente Alcalde de Fuengirola, señor Antonio Jurista, anteriormente abogado de prestigio de la ciudad y accionista de la gran corporación NOVAX, S.A., tras las diversas protestas callejeras delante del Consistorio que pedían unas palabras oficiales ante los extraños eventos meteorológicos, ha dicho: "Negamos cualquier intervención paranormal o cualquier colisión espacio-dimensional entre universos paralelos como causa de estos disturbios. Todo parece indicar que un grupúsculo de revolucionarios artistas de vanguardia quiere despertar la llama de un cambio de mentalidad. Reiteramos: Fuengirola está libre de pecado, libre de revoluciones, libre de cualquier culpa. Somos gente de paz y nada de arte. El arte solo despierta envidias y rencillas y consciencias. Nosotros pedimos que se deje de atender al cielo, que no se miren las estrellas y que dejen de leerse libros. Pedimos encarecidamente que sigan pegados a sus televisores. Gracias."

VI.

Bertolt Monreo dijo a Salvador Brecht:

–Esto es bueno, muy bueno –dijo, sus ojos brillando en la habitación–. Descabellado, alucinado, impropio de un escritor a sueldo, pero por eso mismo valioso.

–La locura es simplemente la cordura dirigida hacia buenos fines –contestó "el Jefe" encendiendo un cigarrillo.

–¿Y ahora qué?

–Ahora a esperar –el Jefe miró hacia la ventana que daba al mar Mediterráneo y murmuró–: Dadnos ya luz verde, ¿quieres?

Aún no están preparados. No acabo de entender lo que haces...

No hasta que el niño que se ha hecho hombre vuelva a la ciudad. ¿Quién te crees que eres?

VII.


Andalucio despertó. Hacía una tranquila tarde de verano. Su padre llamó a la puerta.

–¿Puedo pasar? –preguntó.











martes, 21 de febrero de 2012

Teatro IX



Sede de El Club Slovo.

En la puerta dos coches de policía. Dentro cuatro agentes buscan información. Panfletos, impresoras, ordenadores, cualquier cosa que les pueda valer para acusar a los integrantes de Slovo como terroristas. Remueven cielo con tierra. Echan abajo los carteles que colgaban de las paredes. Las fotografías del Che, de Lenin, y de Marx quedan pisoteadas por el suelo.

Policía 1:

-Aquí no hay nada, esos cabrones se nos han adelantado. Tendremos que apretarle las tuercas a ese Salvador Brecht. Llama a la comisaría- se dirige a un subordinado, el que lo hace es el sargento de policía-, llama y dile al comisario que le den un escarmiento a Brecht, y que le saquen dónde coño han metido toda la información, todos los panfletos, los ordenadores, vamos, dile que estamos esperando, si nos dice que le apretemos las tuercas a los otros estaremos encantados de romperles los cojones a esos mierdas.

Comisaría, sala de interrogatorio.

Salvador Brecht está sentado ante la mesa. Frente a él el comisario fuma para mitigar su inquietud y su ansiedad. Brecht toma un sorbo de agua. En ese momento el policía que hay a su izquierda le propina un puñetazo haciendo que el vaso salte por los aires salpicando de agua toda la mesa y mojando el cigarrillo del comisario.

Comisario:

Eres idiota, no ves que me has mojado el último cigarrillo! A ver si la próxima vez tienes más cuidado.

El policía sonríe como riendo la gracia y vuelve a golpear a Salvador Brecht, esta vez le da un directo en el mentón. Salvador cae hacia atrás en la silla.

Policía:

-¿Mejor ahora, jefe?- pregunta sonriendo mostrando sus dientes negros y picados.

El comisario se incorpora de la silla y se dirige a Brecht.

Comisario:

-A ver, amigo, sabes que al enemigo no le damos ni agua, ¿verdad?, pues a ver si colaboramos con los buenos de esta película y nos dejamos de heroicidades, que en estos tiempos no están de moda. Ya sabes lo que está de moda, ¿no?

El comisario envía al policía a por un paquete de cigarrillos. El policía sale de la sala y quedan solos Brecht y el comisario.

Comisario:

-Salvador, amigo, ya no estás para estos trotes, no creas que nos las vas a seguir gastando como lo hacías antes de llamarte Brecht, sabemos todo de ti, y también sabemos dónde está tu familia y dónde tus amigos, y espero que entres en razón y nos digas dónde habéis guardado todo el material que pensabais usar para fastidiarnos la fiesta de envestidura de nuestro alcalde- el comisario sonríe y pellizca a Brecht en la mejilla. Salvador Brecht guarda silencio, pero siempre mirando al comisario a los ojos, cosa que al policía le pone nervioso. Él nunca mira a los ojos a nadie, siempre anda cabizbajo, y mirando hacia otro lado por temor a ser descubierto en su mirada-. Te he dicho que hables o tendrás que lamentarlo- grita golpeando con el puño la mesa. Es incapaz de darle un golpe a Brecht porque este no deja de mirarle a los ojos y en esa mirada hay algo más que odio. El comisario siente miedo de esa forma en que Brecht lo mira. Sabe que el tipo que tiene enfrente se las gasta bien putas, si le das una oportunidad te manda volando por los aires a hacer compañía a san Pedro- piensa el católico y practicante de comunión diaria comisario.

Salvador Brecht rompe su silencio:

-No podrás jamás acabar con El Club Slovo, somos invisibles. Podrás coger a unos pocos, torturarlos, matarlos si quieres, pero nunca acabarás con el espíritu de libertad y lucha que nos mueve. El Club Slovo seguirá vivo, y lo sabes bien, lo sabía bien tu antecesor y sus compinches, y lo sabían bien el antiguo alcalde y sus acólitos y el obispo, y el presidente, y el papa. Todos lo sabían. Pero por muchos de nosotros que podáis vencer  no acabaréis con nuestro espíritu de libertad y de lucha, y algún día seréis vencidos y entregados a la verdadera justicia. Ningún crimen quedará impune ante la ley del Pueblo. Y ahora golpéame, mátame si quieres pero nunca acabarás con El Club Slovo.

El comisario al oír las palabras de Brecht se impacienta y descuelga el auricular del teléfono que hay sobre la mesa. Y grita:

-A ver, dónde coño se ha metido ese miserable que envié por tabaco. Lo quiero aquí y ya.

Cuelga sin atreverse a mirar a Salvador Brecht que no ha dejado ni un segundo de mirarle a los ojos. Al momento entra el policía con el tabaco y se lo entrega al comisario. Este le dice:

-¡Vaya hombre! Los he visto más rápidos. Voy a salir a tomar el aire. Dale a este lo que se merece. Pero cuidado, no quiero marcas.

Policía:

-No se preocupe jefe, es mi especialidad no dejar marcas.

El comisario sale y no puede evitar afrontar la mirada de Brecht, pero solo una milésima de segundo basta para que los ojos de Salvador Brecht le muestren lo que se le vienen encima al comisario.

-Duro con él- dice antes de salir.

Una vez en la calle, recibe una llamada de la patrulla que está registrando la sede de Slovo.

-¿Que no habéis encontrado nada?, ¡maldita sea, estos cabrones!; bueno dile al sargento que se ponga- da una calada al cigarro justo delante del cartel donde pone <<Prohibido fumar>>.

Sargento:

-Señor comisario, no hemos encontrado nada, bueno, solo las putas fotos de esos cabrones que esta gente tienen como héroes. Sí, las hemos destruido todas, sí, no ha quedado ninguna. Espero sus órdenes para el siguiente paso.

Comisario:

-El siguiente paso es eliminar a esos putos revolucionarios que nos van a joder el chiringuito, y no queremos que se nos acabe el chollo, ¿verdad?- grita el comisario.

Sargento:

-Claro que no, señor. Pero mire lo que están haciendo estos de Slovo, ve que la mecha no ha hecho más que encenderse y ya están en Valencia los jóvenes jodiendo en las calles a pesar de que les estamos dando bien duro. ¿Derechos humanos? Estos el único derecho que han  de entender es el la porra y el garrote vil, y al enemigo ni agua.

Comisario:

-Dejemos a nuestros compañeros en Valencia que hacen bien su trabajo y hagamos el nuestro bien aquí, muerto el perro se acabó la rabia. Tienes carta blanca, acaba con los cabecillas de ese maldito club. Y no regreses hasta que no haya quedado ni uno solo.

Casas de los cabecillas de El Club Slovo.

Toro Sentado, Peter Magnus, Avalon Breton, Proleto, Cialenva Preston, Nube Roja, y Caballo Loco, en sus respectivas casas hacen las maletas. Por el momento, su contacto en la policía les ha informado de que deben largarse por un tiempo. Están en peligro. La mayoría de ellos no tiene familia, son tipos solteros y solitarios que dejaron atrás hace tiempo todo vínculo familiar por la Causa, a sabiendas de que la Causa podría perjudicar a sus familias.

La lucha continuará desde la clandestinidad El Club Slovo está más vivoq ue nunca.