Recepción de urgencias del hospital.
Acaban de traer a un hombre en una ambulancia
escoltado por dos policías.
Recepcionista a uno de los policías:
-¿Qué
dice que le ha ocurrido a este hombre?
Policía 1:
-Mire, señorita, el detenido de pronto
se desmayó, y no pudimos reanimarle, así que por eso…
Una enfermera que baja de la ambulancia empuja
la camilla con el hombre hacia dentro de las dependencias de la sala de
urgencias del hospital. Dentro dos doctores se disponen a reanimar al paciente
que parece sufrir un estado de shock. Tras aplicarle varias descargas
eléctricas el paciente comienza a volver en sí.
Doctor 1:
-Ya
lo tenemos, parece que se reanima, este hombre ha sufrido un paro cardíaco.
Doctor 2:
-Mira aquí, Lázaro, parece que le
hayan aplicado alguna descarga con algo.
Doctor 1:
-Sí, Magdalena, eso parece que a este hombre
le han producido el desfallecimiento, podríamos decir que la parada cardíaca ha
sido inducida por alguien.
Magdalena:
-Tendremos que hacerlo constar en el
parte médico, es nuestra obligación.
Lázaro:
-Sin duda compañera, pero ya sabes
cómo se las gastan esos policías, con suerte estos dos que lo han escoltado
hasta aquí nos dejan tranquilos.
Magdalena:
-No importa lo que hagan esos dos,
nosotros cumpliremos con nuestras obligaciones como médicos y se acabó.
Lázaro:
-Como siempre, y no son pocos los líos
en los que esos matones de Salcedo nos han querido meter, por no citar las
presiones y amenazas recibidas que hasta ahora ningún juez se ha dignado a
aceptar como parte de nuestra acusación.
Magdalena:
-Parece que este hombre ya está casi
recobrado, menos mal que es fuerte, sin duda, parece entrenado en algún
deporte.
El hombre recobra todo su juicio y dice:
-Mi nombre es Salvador, Salvador
Brecht.
Doctor 1:
-Lo sabemos, pero ahora no se preocupe
por ello, descanse, lo necesita.
Salvador Brecht:
-Lo que necesito es salir de aquí sin
que ellos- dice señalando a uno de los policías que se ha quedado en la puerta
de la habitación vigilante- me vean. Necesito escapar, no soportaré más el
trato con el que me agasajan los hombres de Salcedo.
Magdalena:
-No tenga miedo, nosotros le
ayudaremos.
Lázaro:
-Aunque esto nos cueste el puesto e
incluso la cárcel.
Salvador Brecht:
-No, ustedes solo tienen que salir de
aquí, y llevar al policía a la otra sala. Me dicen dónde hay otra salida y ya
está.
Doctor 1:
-Pero tendrá que esperar un poco hasta
que se reponga del todo.
Salvador Brecht:
-Está bien, pero no más de una hora,
mis compañeros están en peligro y debo llegar antes de que encuentren al niño.
Magdalena:
-Vale, por ahora le diremos a la
policía que en un par de horas estará usted bien y podrán volver a llevárselo.
Los invitaremos a café. Y en media hora usted se pone esta bata y sale por la
puerta que hay al final del pasillo a la derecha.
Lázaro:
-¿Lo ha entendido?
Salvador Brecht:
-Sí, no se apuren, les doy las gracias
en mi nombre y en nombre de El Club Slovo.
Lázaro:
-¿Ha dicho Slovo?
Salvador Brecht:
-Sí, he dicho El Club Slovo.
Magdalena:
-Bien por ellos, me gustaría formar
parte de ese club tan especial.
Lázaro:
-Sí, son verdaderos héroes de este
tiempo, y necesitamos de muchos de ellos para ganar la guerra.
Salvador Brecht:
-Bienvenidos son. Si me dan sus
números de teléfonos nos pondremos en contacto con ustedes para la próxima reunión.
Pero no olviden que esto es totalmente secreto, ellos- dice mirando hacia el
gendarme apostado en la puerta- son muy peligrosos y nos siguen los pasos.
Doctor 1:
-Aquí tiene, con éste basta para los
dos.
Doctor 2:
-Sí, con ese basta. Ahora ha llegado
el momento Salvador.
Lázaro y Magdalena se dirigen al romano que
sigue apostado en la puerta. El policía les atiende y convencido por éstos les
acompaña, junto a su compañero, a la cafetería donde serán invitados a café por
nuestros dos doctores rebeldes.
Salvador Brecht llegada la hora se coloca la
bata que le han entregado Lázaro y Magdalena y sale del hospital en busca de
sus compañeros con la idea de evitar que encuentren al niño.