domingo, 18 de diciembre de 2011

Ascenso y caída de don Andalucio. III


III.


Andalucio Cortado: ese es el nombre y ese es el apellido de nuestro insigne héroe.

Niño mono y guapo aunque, es verdad, "algo raro," como dijo una vez la señora de Mostrenco en privado a otra de sus amigas del alma, nuestro Andalucio Cortado esperaba pocas cosas de la vida en estos momentos, pues solo tenía ocho años, salvo aquel balón de fútbol de color amarillo y blanco al que intentaba dominar a base de torpes patadas desde que su padre Ricardo Cortado lo adquiriera para él en uno de sus viajes a Londres que él aprovechaba para, además de trabajar, hacer otras muchas cosas que luego el lector verá durante el transcurso de esta épica personal. La señora de Cortado, doña Rosa Palo, acababa de entrar en el jardín acompañada de sus amigas la señora (Luisa) de Mostrenco, la señora (María) de Petardo y la señora (Isabel) de Tirado, de modo que será mejor que registremos sus palabras y nos movamos hacia adelante.

--Tu hijo es una ricura, Rosa --dijo la señora (Luisa) de Mostrenco sentándose como el resto de sus queridas amigas en una de las sillas de mimbre coronadas por un cojín blanco junto a la mesa de hierro negro en cuyo mantel blanco con arabescos azules y rosas y verdes había depositados sendos platos pequeños y muy coquetos de barro cocido, con sus respectivos cubiertos acompañados por sus respectivas servilletas blancas bien dobladas con esmero. Sobre la mesa había numerosas fuentes rellenas de tartar de atún con guacamole, mini hamburguesas de foie con bogavante, berenjenas con vinagre balsámico de chocolate, tortitas de camarones, sin olvidar tampoco (la señora de Mostrenco no podía evitar mirarlas a cada momento) aquellas sabrosas croquetas de gambas con perejil y limón, o los espárragos con aceite y huevo duro, todo ello acompañado por sendas botellas de vino blanco y tinto que estaban sobre la mesa tan firmes y serias como un batallón de soldados justo después del matutino toque de corneta.

--Sí, Andalucio es muy mono, como su padre --dijo la señora de Cortado--, pero está resultando muy reservado y solitario de un tiempo a esta parte. Desde que cumplió los siete años ha ido enfermando regularmente además... --dijo Rosa entonces para luego hacer una pausa, ponerse el dedo índice con aquella uña pintada de rojo carmesí sobre su mejilla derecha, y añadir--: Estoy preocupada por su salud...

--¿Le pasa algo a tu pequeño Andi? --preguntó la señora de Mostrenco poniendo cara de payaso triste.

--¿No estará enfermo? --añadió la señora de Petardo horrorizada y desencajando su mandíbula como un caballo cuando hace una pausa durante la masticación del heno que está tragando.

--¿Acaso tiene una enfermedad grave, es eso? --dijo la señora de Tirado entonces culminando el turno de preguntas--. A mí estas cosas me asustan, ¿sabes? --añadió ella mirando a la señora de Petardo que estaba a su izquierda--; hace unos días una amiga de Málaga, bueno, no es precisamente una amiga, ¿sabes? Es una de esas personas a las que conoces, pero no siempre puedes llamar "amiga", ¿sabes? La cosa es que me contó que uno de los amigos de su hijo, que vive en..., ¿sabes dónde está la tienda de ultramarinos detrás de la catedral?

La señora de Petardo no sabía dónde estaba esa tienda y se le hizo difícil recordar dónde estaba exactamente la catedral de Málaga, pero tampoco le importaba la escasez de movimientos de su memoria porque dejó de atender a su amable interlocutora y señora de Tirado para poner todos sus oídos y toda su atención de madre casada con dos hijos aplicados y sanos en lo que estaba ya diciendo la señora de Cortado, puesto que se imaginaba que alguna epidemia desastrosa había brotado en la ciudad de Fuengirola y ella no se había enterado hasta entonces, lo que suponía "una tremenda irresponsabilidad por su parte," como se estaba diciendo ella misma en el mismo momento en que el padre de nuestro Andalucio Cortado salía al jardín acompañado por los respectivos maridos de las señoras que ya estaban a la mesa. Una tribu de niños brotó detrás de ellos como si se tratara de una invasión de hormigas y prosiguió con su juego, cualquiera que éste fuese y que nosotros desconocemos hasta el día de hoy, tal es la envergadura y el secreto que anidan en este tipo de juegos infantiles.

El señor Ricardo Cortado se acercó a su mujer y le preguntó qué pasaba con Andalucio y por qué estaba solo sin jugar con el resto de niños, a lo que Rosa su mujer le contestó con un gruñido de los suyos que valían por mil palabras. Terminada la explicación de su mujer de esta forma tan escueta, explicación que tenía que ver más con él mismo y su "dejadez como padre" (así se lo había echado en cara su mujer durante una cena borrascosa), nuestro gran hombre y padre de familia Ricardo Cortado dijo al hombretón gordo y con aspecto de asmático que ya lo estaba mirando de soslayo:

--Cosas... Ya sabes... En fin... --y con esto dicho, el señor Ricardo Cortado tuvo a bien añadir para cambiar de tema--: Parece que este año el Real Madrid ganará la liga... --En vista de que esto tampoco suscitaba una respuesta inmediata de sus interlocutores (pues eran difíciles de contentar), les preguntó--: ¿Alguien quiere una cerveza?

--¿Un vino? --preguntó el señor Roberto Tirado dando una calada a su enésimo cigarrillo.

--¿Tinto? --añadió el señor Pedro Mostrenco por fin viendo la felicidad en la tierra.

--Para mí blanco --dijo el señor Raúl Petardo sacando un cigarrillo y mirando a sus dos niñas rubias tiradas en el césped que gritaban sin parar. Habían salido a su madre sin duda.

--Naturalmente, marchando, marchando... --dijo el señor Cortado jovial y risueño poniéndose manos a la obra. Mientras abría la botella de vino blanco no pudo escapar a la conversación de las señoras, y como ésta parecía estar tocando el tema de la salud de los niños y lo difícil que es para una madre entender realmente muchas de sus conductas y comportamientos, no siendo este tema nada importante para él como hombre andaluz preocupado por otras cosas más graves e importantes como eran el fútbol o una partida de mus, nuestro señor Ricardo Cortado se fue escondiendo en sus pensamientos tan poco a poco que llegó un punto en que dejó de prestar importancia a lo que estaba haciendo, con lo que acabó por perder el control de la realidad solo para despertar, segundos después, con el sobresalto de unos gritos (los de la señora de Petardo), pues la botella de vino se había rociado sobre su escote.

--¡Presta atención, presta atención! --dijo la señora de Cortado.

--¡Oh, Dios santo y la Virgen Santísima! --gritó la señora de Mostrenco levantándose de inmediato como si hubiera visto salir de la mesa a una inmensa culebra.

--¡Un trapo, una servilleta, un lo-que-sea! --alcanzó a gritar la señora de Petardo.

--¡Horror, horror! ¿Sabes cómo se quita el vino? --inquirió al resto de la mesa la señora de Tirado mientras iba de un lado a otro como si lo que realmente estuviera ocurriendo fuera un fuego o una deflagración parecida.



A esto le siguió la llegada de los niños, las risas, la cara larga de la señora de Cortado, los comentarios jocosos y satíricos de sus compañeros masculinos a don Ricardo ("In vino veritas," fue algo que se pudo escuchar de boca del señor Mostrenco), la comida propiamente dicha, las alabanzas a los espárragos, las croquetas, la sobremesa, los comentarios sobre las nuevas elecciones y el nuevo alcalde de Fuengirola, el cual, al parecer, y todo sea dicho, era muy amigo del señor Ricardo Cortado, etc., etc. A continuación siguió una partida de mus con café y tarta de manzana y licores varios mientras los niños veían dibujos animados en el salón hasta que llegó la hora de despedirse y decir adiós; entonces la señora de Tirado le pidió a la señora de Petardo que se cuidara la salud e hiciera ejercicio, a lo que respondió la señora de Petardo haciendo oídos sordos a ese comentario tan improcedente de su amiga del alma la señora Tirado puesto que aludía, claramente, a que había ganado peso. Al final no pudo reprimir la venganza, porque antes de subirse al coche la señora de Petardo se despidió de la señora de Tirado aludiendo, de pasada, al aspecto descuidado de las manos de su amiga, cuya cara se nubló sobremanera, comentario que ésta recordaría a la mañana siguiente mientras lavaba los platos en la cocina. Finalmente, la señora de Mostrenco y la señora de Cortado se desearon lo mejor de lo mejor y mucho más que eso, despedidas éstas que desearíamos muchas otras amigas y amigos pudieran copiar y utilizar, tan falto está el mundo de sinceras expresiones de afecto y solidaridad.

Solo nos queda consignar antes de bajar el telón la imagen de un Andalucio Cortado solitario tumbado en el sofá del porche mientras su madre Rosa lo mira con los ojos entornados al tiempo que percibe cómo su marido el señor Ricardo Cortado procede a ir al salón para ver el partido de fútbol del Madrid, como era su costumbre todos los domingos por la tarde a eso de las ocho y media y como fue su costumbre hasta el día de su fallecimiento.

Momentos estelares estos que hemos registrado para el Club Slovo y que dan comienzo a la aventura más épica que jamás andaluz alguno soñase nunca realizar por estos lares, pues después de este domingo de Mayo de 1960, nuestro Andalucio sufriría una gran conmoción en su vida que registraremos en el episodio siguiente, por la simple y sencilla razón de que fue esta conmoción la que marcó el pistoletazo de salida en su fulgurante carrera como empresario y millonario de prestigio andaluz, y porque la pérdida de un familiar siempre es algo que un lector agradece que se le cuente al principio de toda historia o cuanto antes mejor.





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